Creí que él era una chica. Lo confundí y lo rechacé. Se veía triste, pero no me gustan las relaciones del mismo sexo. Volteó pensativamente, mientras rozó con los dedos de la mano derecha los labios. Entonces tomó una corona adornada de perlas, piedras y flores blancas y la colocó sobre su cabeza con una sonrisa confiada y radiante. Se acercó enérgicamente hasta donde estaba, colocandose frente a mi cara, preguntando sin titubear: Cómo me veo? Y no pude evitar decir embobada: Eres hermoso.